PARA ADQUIRIR EL LIBRO EN AMAZON CLICAR SOBRE LA PORTADA
Una apasionante historia que supone un canto a la vida; basada en hechos y personajes reales que convivieron durante el periodo que va desde el comienzo de la Guerra Civil española, hasta la muerte de Franco. A través de tres generaciones de una misma familia, transcurrirá la vida en que cada personaje se verá envuelto y condicionado por la situación política del país durante la dictadura franquista en España y, sobre todo, en Barcelona y el barrio de la Trinidad Nueva. Una historia real, que muestra una época oscura y mediatizada de la dictadura franquista en la Barcelona de la década de los 50 y 60.
Reseña de “Sin miedo a la vida”
«Sin miedo a la vida» hace un repaso por la historia, desde el comienzo de la Guerra Civil hasta el final de la Dictadura, a través de la vida y mirada de un personaje real, contando en tercera persona unos hechos desde la visión de un niño adelantado a su época y, por tanto, totalmente incomprendido, que lucha sin miedo para ser realmente quien es, buscando la verdad y la profundidad de las situaciones, víctima de los prejuicios y de la dureza de la época que le tocó vivir.
En el libro se hace un magistral recorrido por la historia de la Barcelona de guerra, posguerra y dictadura, de una forma sencilla, concreta y muy objetiva, para que cada cual saque sus propias conclusiones.
El autor nos hace viajar por la evolución de un barrio obrero de Barcelona que, en paralelo al personaje, va creciendo y desarrollándose, y que podría ser cualquiera de los barrios que se estaban creando en el país en esos momentos, por tanto, cualquiera que haya vivido esos acontecimientos se verá reflejado en la mirada de ese niño, empatizará, reirá y sufrirá con él.
Es un libro trepidante en cuanto a la acción, ya que el ritmo va aumentando y es difícil dejar de leer, así que, es muy lógico que se lea del tirón, ya que tanto la trama, como la forma de contarlo engancha al lector desde el minuto cero.
José Luis Giménez retrata magistralmente el sentimiento de una época dura para todos y en especial, para personas que aman la justicia y la verdad.
Es un gran mensaje de superación para los lectores, que no sólo aprenderán una parte de la historia, sino que, además, se llevarán un gran regalo en forma de motivación, consejo y fortaleza.
Sin miedo a la vida es un libro realmente único y totalmente recomendable.
Myriam Cobos
Escritora y Poetisa
Madrid 23 febrero 2021
Después del final de la Primera Guerra Mundial en 1918, la Guerra Civil Española (1936 a 1939), iba a convertirse en el conflicto más sangriento que hasta entonces se había experimentado en Europa Occidental.
Sirvió como campo de pruebas de armas destructivas que posteriormente se utilizarían en la Segunda Guerra Mundial (1939 a 1945), así como fue la excusa perfecta para cometer grandes atrocidades a gran escala entre la población civil. Más de 200.000 personas civiles fueron asesinadas sistemáticamente, bien siendo ejecutadas o fusiladas, por medio de la tortura o por otros hechos de gran brutalidad.
Los dos bandos enfrentados estaban constituidos por: los republicanos por el lado legalmente establecido (Segunda República Española – 14 abril 1931, fecha de su proclamación, al 1 abril 1939, fecha del final de la Guerra Civil) y por el bando de los sublevados o autodenominados “nacionales”.
La Guerra Civil española comenzó el 17 de julio de 1936, si bien posteriormente se adoptó el 18 de julio como el día del “Alzamiento Nacional”.
Ese día, 17 de julio 1936, los generales Emilio Mola y Francisco Franco, iniciaron una sublevación para derrocar a la República que había sido elegida de forma democrática y que conllevó la retirada del entonces rey Alfonso XIII tras la proclamación de la República el 14 de abril 1931, y ya posteriormente el 15 de enero de 1941, finalizada la contienda, desde su residencia en Roma, tuvo lugar la abdicación en su hijo Don Juan de Borbón (quien nunca llegaría a reinar; abdicando éste en su hijo Don Juan Carlos de Borbón, quien tras la muerte del dictador Francisco Franco pasaría a reinar con el título de Juan Carlos I.
Nada más comenzar la contienda, cientos de miles de españoles se desplazaron a otros países como México o la República Dominicana, quienes abrieron sus puertas a los españoles. Y al terminar, más de 500.000 refugiados huidos al sur de Francia, fueron confinados en campos de prisioneros como Gurs, St. Cyprien y Les Milles .
Al término de la Guerra Civil Española, más de 15.000 republicanos españoles acabaron prisioneros en campos de concentración de la Alemania nazi, como fueron los campos de Auschwitz-Birkenau en Polonia o de Mauthausen-Gusen en Austria.
A pesar de que el Gobierno de la República Española solicitó la ayuda militar extranjera, no obtuvo respuesta de ningún país europeo; únicamente la Unión Soviética de Stalin, que proporcionó material bélico “a precio de oro” (cobrado literalmente en lingotes de oro) y México que se ofreció a prestar su ayuda, siendo el país que recibió la mayor cantidad de refugiados españoles, negándose además a reconocer al gobierno de Francisco Franco. Otros países como el Reino Unido, E.E.U.U. y Francia, mantuvieron una política de “no intervención”.
En cambio, Franco, sí obtuvo la ayuda militar de la Alemania nazi de Adolf Hitler; de la Italia fascista de Benito Mussolini y la cooperación de Portugal, así como el apoyo “espiritual” de la Iglesia Católica. Un apoyo, el de la Iglesia, que supondría mucho más que lo espiritual, ya que, de hecho, pasó a formar parte de los poderes del Estado. Durante los tres años que duró la contienda, el apoyo militar recibido por parte de Hitler y Mussolini fue crucial para conseguir la victoria del ejército de Francisco Franco, también llamado “el bando Nacional”.
Durante el periodo de post guerra de casi 10 años que siguió a la Guerra Civil Española, desde 1939 hasta 1948, en España se mantuvo la Ley marcial, donde el Régimen Franquista, vencedor de la contienda, impondría severas condiciones para todos aquellos españoles y brigadistas internacionales que lucharon en el bando republicano.
Muchos fueron hechos prisioneros y encarcelados durante varios años después de acabada la contienda; otros fueron condenados a realizar trabajos forzados y, en todo caso, todo aquél que tuviese un pasado republicano, incluyendo a sus familiares, serían perseguidos, hostigados y controlados férreamente, negándoseles los mismos derechos que al resto de los españoles.
Los abusos llevados a cabo por determinados miembros de las fuerzas del orden o pertenecientes al Régimen, iban a marcar las vidas de muchas de las personas cuyo pasado había estado relacionado de una u otra forma con el bando republicano, llegándose a producir verdaderos dramas familiares y abertura de heridas que, incluso con el paso del tiempo, no llegaron a cicatrizar.
Esta es la historia de tres generaciones que acontecieron en dicho periodo de tiempo, basada en personas, hechos y lugares reales; donde algunos de los nombres de los personajes representados han sido modificados por motivos obvios, sin que ello reste credibilidad y realidad a la historia que se contará, cuyo inicio se origina en el comienzo de la Guerra Civil española y termina con la muerte del General Franco en noviembre de 1975.
***
Aquella mañana, Angélica, estaba decidida a tomar la decisión. Hacía días que apenas podía conciliar el sueño y, el tiempo, era su mayor enemigo.
Ya no podía esperar más, tenía que tomar una decisión inmediatamente, pues empezaba a hacerse evidente su estado; si no por su apariencia física, sí por todo lo que ello conllevaba.
Desde que la enfermera le confirmase los resultados, su vida había dado un giro radical. Todas sus ilusiones de llegar a ser una gran artista se habían esfumado. Pero lo peor no era eso, ahora tenía que decirlo… ¿y quién iba a creerla…?
Se imaginaba lo que las malas lenguas dirían de ella…, que se lo había buscado, que se veía venir, que iba provocando con esa forma de vestir… ¿Quién iba a dudar de la palabra de un «honrado comerciante»?
Angélica lo tenía todo en su contra: su juventud, su atractivo físico, su orfandad, su forma descarada de afrontar la vida… todo ello no hacía más que presentarla como una candidata segura a la desgracia, a la mala vida a la que la sociedad le empujaba, a las que, como ella, se convertían en madres solteras, en las progenitoras de los hijos del pecado.
Si su situación ya era de por sí precaria, ahora lo sería mucho más. Necesitaba contárselo a alguien, necesitaba que alguien la escuchara y la creyera.
Su abusador no se contentó con mancillarla, sino que, después de violarla y engendrarle un hijo, la despidió de su tienda de comestibles; abandonándola a su suerte cuando supo que la joven llevaba a su vástago en su vientre. Y no conforme con su despreciable actitud, se permitió amenazarla con denunciarla a la policía, acusándola de haberle robado dinero y comestibles.
—¿Quién va a creerte a ti?, ¡desgraciada! —le increpó el comerciante, mientras le tiraba unas monedas al suelo— ¡Toma esas monedas y márchate de aquí!, ¡no quiero volver a verte, o te denunciaré a la policía!
Esas palabras se quedaron grabadas a fuego en la mente de Angélica. ¿Quién iba a creer a una joven huérfana, a alguien a quien los hombres deseaban con mirada lujuriosa, a quien era producto del pecado carnal? —se repetía una y otra vez a sí misma.
Ahora iba a tomar la mayor decisión de su vida, no podía hacerse cargo de un hijo no deseado, producto de la ignominia, de la lujuria de un ser despreciable, que no dudó en mancillarla para satisfacer su instinto animal y que, no satisfecho con su fechoría, la amenazaba con denunciarla a la policía de ser una ladrona… ¡otra infamia mayor si cabe! Y con esa intención, se dirigió a la consulta de su médico de cabecera.
Angélica se presentó ante la enfermera que la había atendido hacía apenas una semana.
—¡Buenos días! Necesito hablar con el Dr. González… —solicitó Angélica.
—¿Tienes hora concertada…? —replicó la enfermera.
—No, no había horas libres… pero es muy urgente, ¡por favor! Necesito hablar con el Doctor.
—Es que el Doctor ya tiene todas las horas concertadas… —volvió a replicar la enfermera.
—Por favor, se lo suplico, pregúntele al Doctor González si me puede atender a la hora que sea, me esperaré el tiempo que haga falta…
—Está bien, se lo diré al Doctor… espera en la salita, ahora te avisaré.
Después de varios minutos de espera, la enfermera salió de la consulta del Dr. González, dirigiéndose al lugar donde se encontraba sentada Angélica.
—Bueno mira, ¡vas a tener suerte! El Doctor te atenderá cuando acabe con el último paciente. Dice que tardará varias horas, por lo que, si tienes que ir a hacer algo puedes irte y volver, cuando termine con todos los pacientes él mismo te llamará.
—¡Gracias, muchas gracias! —repuso Angélica aliviada— pero no tengo nada que hacer, prefiero esperarme en la salita si no le importa.
—No, ¡cómo me va a importar!, quédate ahí sentada tranquila —apostilló la enfermera.
Angélica se dirigió a la sala de espera y busco con la mirada algún asiento libre, hasta que localizó el único asiento que había desocupado, junto a un señor sexagenario que supuestamente aguardaba su turno.
—Disculpe señor, ¿está libre este asiento? —preguntó Angélica.
—Sí, jovencita, puedes sentarte aquí —respondió el señor.
Apenas habían transcurrido unos segundos cuando Angélica empezó a llorar… intentaba aguantar las lágrimas, pero fue incapaz de contenerlas, retirando las lágrimas de sus ojos con los dedos…
—Toma chiquilla… sécate las lágrimas y quédate el paquete de “Kleenex” , yo siempre llevo un par de paquetes de pañuelos de papel, porque me lloran mucho los ojos… —insistió el amable señor.
—Muchas gracias, señor, no me he traído pañuelos… y ya ve…
—No te preocupes chiquilla, si te dijera las cosas que se me olvidan a mí… Además, ahora, casi todas las enfermedades tienen tratamiento, ya verás como no será nada grave…
—No, no… no es por enfermedad que he venido… —respondió Angélica casi titubeando.
—¡Ah!, pues disculpa ni torpeza… como no he podido evitar escucharte pedirle a la enfermera que necesitabas ver al Doctor urgentemente, me imaginé lo peor…
—No, ya… es que… estoy embarazada…
—¡Pero eso no es motivo de tristeza chiquilla, sino de alegría!
—¡Ojalá fuese en otra situación!, pero en mi situación actual no puedo tener ahora un hijo…
—Perdona que me entrometa… ¿cómo te llamas…?
—Me llamo Angélica…
—Bien Angélica, ¿te importa contarme lo que te ha pasado…?
Angélica se mantuvo reflexiva por unos instantes, no sabía quién era ese señor, pero algo en su interior le decía que debía confiar en él y, a fin de cuentas, no tenía a nadie con quien compartir todo lo que le estaba pasando, de alguna manera, también necesitaba del consejo de alguien que supiera aconsejarle bien. Así que, después de unos segundos de silencio, decidió que quizás esa persona le podría ayudar, aunque sólo fuese escuchándola. Necesitaba ser escuchada y que alguien la creyese.
—Pues verá… no sé cómo empezar… —suspiraba Angélica con un evidente nerviosismo.
—Bueno, pues por el principio… —intervino el señor en un tono amable, intentando relajar la situación.
—Como le he dicho, estoy embarazada… —musitó Angélica en voz baja, casi imperceptible.
—¡Pero no estés triste Angélica! —intercedió el señor— ya te he dicho que eso es motivo de alegría…
—No señor, en mi caso no lo es… —replicó Angélica en un tono apagado.
—A ver hija mía, cuéntame… —respondió el señor cariñosamente.
Angélica empezó a contarle al señor cómo, su jefe, el tendero, se había aprovechado de ella sexualmente, mancillándola y obligándole a abandonar su trabajo en el colmado donde ella trabajaba como dependienta, amenazándola con denunciarla a la policía y acusándola de que le había robado dinero y comestibles si se le ocurría decir lo sucedido, para acabar diciendo:
—Y por todo eso no puedo tener a la criatura que llevo en mi vientre… ¿lo entiende…?
El señor la escuchó prestándole toda la atención, para a continuación responderle:
—Mira Angélica, lo que me cuentas es muy grave. Ese individuo, tu jefe, es un canalla, sinvergüenza y delincuente, y tendrá que responder ante la justicia. Y te prometo que no estarás sola. Pero lo que más me preocupa ahora no es cómo denunciar a tu jefe, sino hacerte ver que puedes cometer un grave error…
—Ya lo he estado meditando todos estos días atrás… créame que he estado sopesando los pros y contras… pero no me veo capacitada para poder salir adelante yo sola con un hijo, sin trabajo ni medios para criarlo…
—Verás Angélica… es curioso todo lo que te está pasando…
—¿A qué se refiere…?
—Me gustaría contarte una larga historia que se parece mucho a lo que te está sucediendo ahora a ti. De hecho, ella también se llamaba Angélica, como tú. Y… ¿sabes qué? Yo no creo en las casualidades. Sólo te pido que me escuches lo que tengo que contarte…
—Está bien, tengo tiempo de sobras… le escucho…
El señor hizo el ademán de cerrar los ojos, como retrocediendo mentalmente en el tiempo, dando comienzo a su historia.
*La ley marcial es un estatuto de excepción de aplicación de las normas legales ordinarias, por medio del cual se otorgan facultades extraordinarias a las fuerzas armadas o la policía en cuanto a la administración de jurisdicción y resguardo del orden público.
302 páginas con varias fotografías de ilustración
Si deseas recibir el libro dedicado especialmente por el autor, solicítalo a su Email: jlgimenez@jlgimenez.es