EL ÉXITO

El éxito no está reñido con la idiotez. Se puede ser idiota y a la vez ser adorado y admirado por la plebe idiotizada. En la vida cotidiana tenemos gran cantidad de ejemplos: desde “youtubers e influencers” a supuestos artistas de todo tipo y género, como hacedores de ruidos y onomatopeyas, pintores abstractos o cualquier acción u omisión que produzca la llamada de atención en el público en general. Por supuesto y no menos relevante, está la clase política, donde podemos encontrar especímenes de toda índole que, lejos de ser conscientes de cuál es su cometido, se dedican a la mentira, la manipulación y la corrupción de forma descarada, sabedores de que la idiotez humana es infinita y, por tanto, sus poltronas no corren peligro, a menos que la plebe despierte.

Desgraciadamente el despertar de cada individuo dependerá de él mismo (nótese que no he utilizado los diferentes géneros de sexo actualmente impuestos: él, ella, elle, nosotres, vosotres, elles, etc. Ni tampoco la distinción de varón, hembra, binario, no binario, poliamor, extrarradio, conjuntivo…. Y qué se yo…), y no de lo que demande la mayoría. Una mayoría idiotizada, como no podía ser de otra manera. Lo que obligará al individuo consciente y reflexivo a no sobresalir sobre los demás por exceso de calidad intelectual, para no tener que estar pidiendo continuamente perdón a dicha mayoría idiotizada por tener la capacidad de pensar, reflexionar y actuar en consecuencia de acuerdo al propio criterio.

Sé que resulta muy difícil y complicado sobrevivir en un mundo donde el éxito no se mide por los valores y el mérito del trabajo personal, sino por cuanta idiotez se es capaz de demostrar y cuanta cantidad de idiotas son “fans” o seguidores de dichos personajes “exitosos”. A mayor cantidad de seguidores, más éxito y relevancia social se posee. Y no importa que el personaje exitoso sea el más idiota del globo. Eso es precisamente lo que demanda la plebe idiotizada.

El maestro, el enseñador, el educador, el comunicador honesto… han dejado de ser personajes relevantes de la sociedad, para dar paso a los que saben cómo aprovecharse de la ignorancia ajena.

Y es que el éxito ya no es como antes, ya no se necesita ser muy bueno en lo tuyo, ni siquiera saber de qué hablas… para ser reconocido en tu profesión, basta con saber vender humo… o cómo llamar la atención de la forma más extravagante, y los seguidores acudirán al “influencer” de turno como las mocas acuden a la mierda.

Como ya habréis adivinado, me importa un rábano lo que los idiotas opinen sobre mí. Ni soy ni quiero ser político, ni influencer de idiotas. Solo espero que la idiotez imperante no acabe con la libertad de expresión que aún nos queda (a pesar de las leyes censuradoras) y exista la posibilidad de que la gente despierte y tome consciencia de la verdadera realidad en la que vivimos.

 

© 2024 José Luis Giménez

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