EL TRIUNFO DE MARÍA MAGDALENA

                                                                      Jaque mate a la Inquisición

¿Por qué se ha sentenciado a María Magdalena a ser la prostituta redimida del Evangelio?¿Qué poder tenía la Apóstol de los apóstoles, para obligar a la iglesia de Roma a sentenciarla como la «pecadora de todos los vicios»?¿Por qué no ha interesado aclarar definitivamente la verdadera condición de María Magdalena?¿La Leyenda del Santo Grial, es leyenda o es cierta?¿Si es cierta, por qué ha interesado presentarla como una leyenda?¿Qué pruebas hay de que la leyenda del Santo Grial no sea tal y sí esté más próxima de la realidad?¿Dónde descansan actualmente los restos de María Magdalena?

Todas estas respuestas y muchas más, las podrás encontrar en este libro, donde, a través de una fantástica partida de ajedrez, la historia enfrentará a la Verdad contra la mentira, la manipulación y la Inquisición. Un libro diferente, que no dejará a nadie indiferente.

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                                                                                               SINOPSIS:

Cuando en el Concilio de Nicea llevado a cabo en el 325 d.C., el emperador Constantino el Grande, decide oficializar la religión cristiana, la religión que hasta hacía tan sólo 12 años había estado perseguida por el Imperio romano, ésta pasaría a ser la perseguidora de sus propios hermanos, a los que catalogaría de herejes, llegando a sentenciarlos a morir quemados vivos en la hoguera.

Posteriormente, en el año 591, el Papa Gregorio I Magno, decidió que las mujeres que hasta entonces gozaban de una excelente reputación como oficiantes en la iglesia, —ya que realizaban los mismos rituales cristianos que los hombres— a partir de entonces, ya no podrían mantener ese mismo estatus y por consiguiente, la figura de María Magdalena, la llamada «Apóstol de los apóstoles», ya no podría seguir ostentando la dignidad que le correspondía por derecho propio, por lo que llevó a cabo una campaña de desprestigio y manipulación contra dicho personaje, que la llevaría a ser sentenciada como la «Pecadora de todos los vicios», y a la que después, utilizaría como ejemplo de arrepentimiento y penitencia.

Este hecho, al que la Iglesia catalogaría como un «simple error de interpretación» por parte del Papa Gregorio I, al entender éste que los tres personajes que aparecían en los evangelios de Lucas, Marcos y Juan, hacían referencia a la misma persona y por tanto, ésta sería identificada con María Magdalena, iba a marcar un antes y un después en la historia cristiana, ya que el papel de la mujer se vería rebajado hasta los niveles más ínfimos, donde la mujer ya no tenía los mismos derechos que el hombre, por el sólo hecho de ser mujer.

La mujer, ya no podría volver a oficiar los rituales eclesiásticos que hasta entonces había venido realizando y, todo ello, apoyado en la creencia de que la mujer era objeto de pecado. Un pecado inexistente, inventado por un Papa que no tuvo remilgos en pronunciarlo en sus homilías y permitir que se extendiese como un reguero de pólvora por todo el Imperio.

Las herejías que se fueron produciendo desde los primeros años del cristianismo hasta nuestros días, se debieron en parte a la manipulación, la mentira y la total carencia de tolerancia, lo que llevaría a enfrentamientos que acabarían incluso con la muerte de cientos de miles de inocentes, ya fuese a través de las famosas cruzadas o más tarde, de la Santa Inquisición.

Fue de esta manera que la Historia cristiana se presentaría como una partida de ajedrez. Una partida en la que se iban a enfrentar la Verdad contra la mentira, la manipulación y la Inquisición. Una partida que, como veremos, fue ganada por la Verdad, a pesar de que la manipulación y la intolerancia, nunca han querido reconocerlo.

Ahora ha llegado el momento de conocer el desarrollo de esta singular partida, a través de «El triunfo de María Magdalena – Jaque mate a la Inquisición».

                                                                                    EXTRACTO DEL CAPITULO:

                                    ARRIBADA DE MARÍA MAGDALENA A LES STES. MARIES DE LA MER

…Esther se negó rotundamente a aceptar lo que María le ofrecía, puesto que sabía que era todo lo que le quedaba de valor y, ahora, necesitaría de toda la ayuda posible, puesto que no había venido acompañada de esposo ni de hombre alguno, por lo que le exhortó a que utilizase convenientemente lo poco que le quedaba, para poder criar a sus hijas de forma adecuada.

—Mi querida Esther —dijo María Magdalena, con tono aterciopelado— Dios sabrá recompensarte por todo lo que has hecho por nosotras, pero yo necesito demostrarte mi agradecimiento de alguna forma.

—He oído como hablabais del «Maestro» entre Salomé, Sara y tú —indicó Esther— y por temor a que pensarais que soy una entrometida, no he querido inmiscuirme en la conversación, pero si me contaseis con detalle todos los prodigios que vuestro Maestro realizaba, me serviría de gran ayuda. ¿Es posible que un hombre sea capaz de llevar a cabo todo lo que habéis dicho de él?

María no pudo evitar mostrar una sonrisa ante las palabras de Esther y con gesto delicado y en su habitual cálido tono de voz le dijo:

—Verás, mi querida Esther. Yeshúa, además de ser mi compañero y el padre de mis hijas, también era nuestro guía y Maestro.

—¿Y cómo es que no está ahora contigo…? —replicó Esther, sin apenas dejar terminar a María.

—Sí lo está, sólo que tú aún no lo puedes ver…

—No te entiendo María… ¿Dónde se oculta tu esposo Yeshúa, que yo no lo veo?

—No se oculta Esther, está aquí, presente en mí, en nuestras hijas y en todo aquél que cree en él. Pero entiendo que tú ahora no puedas comprender lo que te digo, pues no lo has conocido, ni tampoco sabías nada de él hasta este momento, así pues, ya es hora de que yo cumpla con mi parte y empiece a dar la buena nueva.

Nunca nos has preguntado por qué vinimos a esta tierra, te has limitado a ayudarnos sin hacer preguntas, pero ahora es tiempo de que sepas todo lo ocurrido.

Yo también me he fijado en vosotros, en ti y en tus bondadosos hijos Saúl y Samuel y me he dado cuenta de que sois descendientes de la tribu de Benjamín, como yo. Me hubiera gustado haber venido junto a Yeshúa —Jesús— en mejores circunstancias, pero los acontecimientos acaecidos en Judea durante la última pascua, cambiaron todo lo que para mí había sido hasta entonces mi vida.

Para no extenderme en aspectos que ya conocerás más adelante, te diré que Jesús era descendiente de la casa de David y con derecho al trono que ahora ocupa Herodes Antipas, el sátrapa impuesto por Roma.

Los miembros del Sanedrín, con Caifás a la cabeza, hacía tiempo que andaban detrás de Jesús, ya que los había denunciado públicamente por sus excesos y abusos en el Templo de Jerusalén, por lo que en cuanto tuvieron la menor oportunidad, provocaron su detención buscando cualquier excusa, ya fuera por blasfemia o cualquier otro motivo que supusiera costarle la vida. Y así lo hicieron, hasta que Jesús fue detenido, acusado, torturado, castigado, flagelado, humillado y condenado a morir en la cruz, por el procurador de Judea Poncio Pilato.

Para ello, utilizaron todos los medios y argucias a su alcance, incluyendo la traición de Judas Iscariote, uno de los discípulos a los que el Maestro más amaba, aunque tal como me confesara el propio Jesús, en realidad no fue tal traición.

—¿Qué quieres decir María… a qué te refieres con eso…? —preguntó Esther.

—Jesús sabía con antelación todo lo que iba a acontecer. Así le fue revelado por su «Padre Celestial» tiempo atrás, en el Monte Tabor. —Aclaró María.

—¿Y quién es ese Padre Celestial que le dice a su hijo que tiene que morir crucificado? —Intervino Esther.

—Dios…, Esther, ese Padre Celestial es Dios, y Jesús es su hijo amado.

– Pero… si Jesús sabía que iba a ser detenido, acusado, torturado, castigado, flagelado, humillado y condenado a morir en la cruz, ¿por qué lo permitió, siendo el Hijo de Dios?, ¿por qué no huyó, o cambió los hechos que tenían que suceder?, ¿cómo permitió que uno de sus discípulos más amados le traicionará? —replicó Esther.

—Si Jesús hubiese hecho algo de todo eso que mencionas, —respondió María Magdalena— no se hubiera cumplido la voluntad del Padre. Jesús le dijo al gobernador romano de Judea Poncio Pilato: «Si me acusas, me amenazas, me infringes con estos castigos y hasta me condenas a muerte, es porque, mi Padre, quien tiene el verdadero poder sobre todas las cosas, te lo permite»

Jesús decía en repetidas ocasiones: «El Hombre no debe temer a la muerte, pues la muerte no es más que la liberación del Alma, que se encuentra prisionera en el cuerpo, alegraos pues, de poder morir en el cuerpo y sed libres en la verdadera vida». «Yo he venido a mostrar al Hombre ese camino… el de la libertad del Alma, quien me siga en mi camino, llegará hasta el Padre, sin temor, sin apegos, sin rencor». «Sólo se aprende a través de la experiencia compartida, la razón no entiende de sentimientos del Alma». «Quien muera en mí, volverá a la vida, pues yo soy la vida eterna».

Judas Iscariote sentía las palabras del maestro, acudía a su encuentro y, a solas, mantenían largas conversaciones.

Cuando en cierta ocasión, Simón-Pedro, preguntó por un asunto, Él le contestó: «Cuando hagas bien, procura que tu mano derecha, no sepa lo que hace tu mano izquierda».

Jesús utilizaba parábolas para explicar las cosas, mas no siempre era así con todos. Judas era alguien a quien Jesús le tenía un aprecio especial y, por tanto, la forma en cómo se comunicaba con él, también se diferenciaba de la del resto.

En la última reunión comensal, antes de la pascua, dijo Jesús a todos sus discípulos:

«Os voy a pedir a cada uno de vosotros que actuéis de acuerdo a mi voluntad, que es la de mi Padre, nadie, por tanto, deberá sentirse amado en mayor o menor medida, a causa de la misión encomendada, pues igual que un padre encomienda a cada uno de sus hijos la tarea de la hacienda para la que están mejor cualificados, de igual forma, mi Padre, os conoce a todos vosotros en vuestras mejores cualidades».

Jesús estuvo respondiendo a las diversas preguntas y revelaciones de los sueños de los discípulos, quienes le consultaron al respecto de un sueño muy enigmático, donde le dijeron ver un gran altar en el interior de una gran casa y en frente de dicho altar, había doce sacerdotes y un hombre. Detrás de ellos, aparecía una gran multitud esperando realizar sus ofrendas. Jesús interrumpió para preguntarles:

—»¿Cómo eran esos sacerdotes?

—Señor, —respondieron los discípulos— algunos de esos sacerdotes aparecieron ante nuestra visión como pecadores, sacrificando a sus propios hijos y esposas, yaciendo con hombres, otros se veían envueltos en asesinatos y algunos más, cometían otros muchos pecados que estaban fuera de la Ley. Mientras tanto, los hombres que se van acercando al altar, invocan tu nombre y los sacrificios son completados en su totalidad.

—¿Por qué os sentís perturbados ante esa visión que habéis descrito? —les dijo Jesús— En verdad os digo: Esos sacerdotes que habéis visto, es la representación de vosotros mismos y de quienes os representarán en otras generaciones. Invocáis mi nombre, mas, servís a ese dios, al que ante ese altar, entregáis en sacrificio a los hombres, como si de ganado se tratase, siendo llevados hasta allí mediante el engaño y la mentira.

Mi nombre ha sido ya escrito en las estrellas, por las generaciones de la Humanidad. Mas, como si de un árbol sin fruto se tratase, así han de verse, de forma vergonzosa, por los actos de estos sacerdotes que dicen hablar en mi nombre, pero que no hacen como digo.”

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