LOS CÁTAROS
Cruz cátara ubicada en Rennés le Château. Fotografía del autor
Es en el siglo III cuando, por primera vez en la historia cristiana, se identifica a una secta cristiana con la denominación de «cataros»: se trataría de los novacianos.
Sin embargo, la palabra cataros, del griego «Katharoi» o puros, no iba a volver a hacer referencia a otros cristianos, hasta pasados más de nueve siglos, cuando en el 1163, en Renania, el monje Eckbert von Schönau, lleva a cabo una serie de homilías y citas donde hace referencia a los herejes que por entonces hay en Colonia, de una manera despectiva, utilizando para ello la palabra «cátaros», fruto de un juego de palabras que, en alemán, tendría el significado de «los adoradores de los gatos».
La intención de dicho sobrenombre o apodo, se fundamentaba en los rumores que corrían sobre los cátaros, donde se les acusaba de llevar a la práctica obscenos rituales con gatos. Este apodo tomó fuerza y fue el que popularmente fue utilizado para identificar a esta secta cristiana, quienes a sí mismos se hacían llamar como «buenos cristianos» o «els bons homes» (los hombres buenos).
Dentro de la jerarquía cátara, existían tres categorías o grados de iniciación:
– Simpatizantes:
Eran todas aquellas personas que únicamente practicaban el «perfeccionismo». Este rito consistía en realizar tres reverencias y una genuflexión al paso de un Perfecto. Se realizaba con la intención de obtener la bendición del Perfecto y recibía también el nombre de «Melhorament».
– Creyentes:
Cuando los simpatizantes se integraban con mayor fuerza en la comunidad cátara, recibían una pequeña iniciación por parte de los Perfectos. En dicha iniciación de corte esotérico, les eran revelados determinados conocimientos, viéndose obligados a practicar la humildad, a no mentir ni jurar, así como demostrar amor por el prójimo. Periódicamente se sometían a una especie de confesión pública y penitencial, denominada «Aparelhament».
– Los Perfectos y Perfectas:
Entre los cátaros, la mujer disfrutaba del mismo nivel de consideración que el hombre, y el grado de perfecto o perfecta se correspondía con el del obispo católico. El nombre de perfecto o perfecta, no indicaba un adjetivo de superioridad o calificación jactanciosa; todo lo contrario, indicaba una idea de perfección, accesible únicamente mediante una dura iniciación. Los Perfectos y Perfectas, eran los encargados de predicar la doctrina cátara, así como atender a los moribundos, a quienes antes de morir les era administrado el único sacramento cátaro: el «Consolamentum», un sacramento que era el equivalente al Bautismo. El Consolamentum era realizado a través de la imposición de manos, y cuyo objeto era limpiar al moribundo de todo pecado, a fin de alcanzar la salvación. También era posible recibir dicho sacramento sin que el individuo estuviera en peligro de muerte; en este caso, el Consolamentum era otorgado previo acuerdo con el creyente y recibía el nombre de «Convenenza». El creyente que había recibido el Consolamentum antes de morir quedaba libre de pecado y, con ello, evitaba tener que volver a reencarnarse. El creyente que era iniciado para ser Perfecto, antes de poder acceder a dicho estatus, debía recibir el Consolamentum de un Perfecto. Los Perfectos eran reconocidos por sus túnicas de color negro o azul marino, las cuales eran sujetadas a la cintura con una soga.
Entre las particularidades más destacadas de los cátaros, están las referentes a su alimentación. No comían carne de animales de sangre caliente, puesto que creían que en una próxima reencarnación podrían reencarnarse en uno de ellos, a excepción de los peces, que sí estaba permitido su consumo por considerarse animal de sangre fría. Esto propiciaba a que la alimentación principal de los cátaros fuese vegetariana.
Los cátaros practicaban el ayuno y rechazaban el acto sexual con fines de procreación, a fin de no traer nuevas almas al mundo, ya que creían que permanecerían prisioneras dentro de un cuerpo físico y material. En cambio, en su desprecio hacia el cuerpo físico y la carne del cuerpo, aceptaban las relaciones sexuales libres, así como la homosexualidad, ya que pensaban que el espíritu también participaba del disfrute del cuerpo. Como excepción a dicha práctica sexual se encontrarían los llamados Perfectos, quienes hacían voto de castidad.
Sentían desprecio hacia la Iglesia Católica, así como a sus sacramentos, refiriéndose a la misma como «una cueva de ladrones», debido a las actuaciones y abusos llevados a cabo por los obispos y clérigos de la Edad Media. Rechazaban el culto a la cruz, ya que consideraban que representaba un instrumento de suplicio y no un símbolo de salvación. Aceptaban el suicidio como una forma de liberación del espíritu, por lo que no lo consideraban pecado. A tal efecto, en los momentos más difíciles y adversos, podía llevarse a cabo una práctica suicida, conocida como la «Endura», donde los cátaros morirían por ayuno total voluntario.
Para más información: «El Triunfo de María Magdalena – Jaque mate a la Inquisición»
© 2006 José Luis Giménez
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